martes, 5 de julio de 2016

ENCIERRO CEBADA GAGO SAN FERMIN 10-JULIO-1986

XXVIII Premio Feria del Toro: Ganadería de Don José Cebada Gago lidiada el 10 de Julio. 
 

 
CRÓNICA DEL ENCIERRO ABC Viernes 11 de Julio de 1986. Pág.37 

Primeros heridos de consideración en el cuarto encierro pamplonés
 
Pamplona. Yolanda Oses  

Toros de Cebada Gago para el cuarto encierro de las fiestas de San Fermín, con una duración menor que la de los celebrados en días anteriores, pero que por contra arrojó mayor número de heridos. En total, el tiempo invertido en la carrera fue de tres minutos y cuatro segundos.

 

A las ocho en punto de la mañana se disparó el cohete anunciador del encierro. Acudieron, como todos los días, numerosos mozos a buscar a las reses, que salieron de los corrales en manada compacta. Uno de los toros que abría la marcha comenzó pronto a lanzar derrotes y hacia la mitad de la cuesta de Santo Domingo corneó a un par de mozos, produciéndose un momento dé gran peligro al quedar éstos tendidos en el suelo al paso de los morlacos.

 

El encierro continuó a buen ritmo por Ayuntamiento y Mercaderes. En la Estafeta se fue estirando la manada y, a la altura del número 31, se produjo una nueva caída de mozos, algunos toros tropezaron con los cuerpos de los caídos y dos muchachos resultaron arrollados. Toros y cabestros, que habían llegado a esperarse en este último tramo, se volvieron  a reunir para entrar todos juntos en la plaza ante un mocerío que se iba abriendo muy bien en abanico a la entrada del callejón. Cinco fueron los heridos por asta de toro en el encierro de los Cebada Gago. De ellos,  José Luís Galindo Nuño, de treinta y cinco y natural

José Luis Galindo Nuño, de treinta y cinco años y natural de Pamplona, fue ingresado en la Unidad de Vigilancia del Servicio de Urgencia del hospital de Navarra. Presentaba una herida, ascendente en glúteo, de veinte centímetros y el pronóstico fue calificado de menos grave. José Luis Delgado Delgado, de veinticinco años y también de Pamplona, presentaba una herida de similares características con una profundidad de diez centímetros
y su pronóstico, asimismo, de menos grave. Un súbdito noruego llamado Ibón fue atendido en el mismo hospital.
 

CRÓNICA DE LA CORRIDA ABC Viernes 11 de Julio de 1986. Pág. 40 

QUINTA CORRIDA DE LOS SANFERMINES
 
Julio Robles se reconcilió ayer con Pamplona 

Paquito «Osasuna» Esplá, todo a su favor
Los toros de Cebada Gago, bien presentados

Ya se sabe que los duendecillos de la imprenta acostumbran a gastar bromas a los periodistas, algunas muy pesadas. El auténtico profesional suele pasar de ellas, confiando siempre en la comprensión del inteligente lector. Pero ayer salió una errata, que quiero aclarar cuanto antes,
a la vista de determinadas ironías. Yo dicté textualmente que lo que hacia falta es uno que fuera capaz de mandar en solitario, jamás que fuera capaz de «matar» en solitario. No están aquí las cosas para hablar de matar. Lo que si precisa la fiesta es de un torero que destaque y mande con taurina autoridad, como le ocurrió en su época a Manuel Rodríguez Manolete.
 
 
Pamplona. Vicente Zabala, enviado especial

 —Ficha de la corrida

Quinta corrida de los sanfermines. LLeno hasta la bandera. Toros de Cebada Gago, bien presentados. Primero, segundo, quinto y sexto se dejaron torear. El quinto, extraordinario.
José Mari Manzanares, de azul y oro,estocada (palmas); en el cuarto, media estocada y dos descabellos (bronca).
Julio Robles, de tabaco y oro, tres pinchazos y estocada (aviso y ovación): en el quinto, pinchazo hondo y dos descabellos ovación, oreja y vuelta al ruedo).
Paquito Esplá, de corinto y oro, estocada (ovación, oreja y vuelta al ruedo); en el sexto, siete pinchazos y descabello (algunas almas)

 

Desganado
 


José Mari Manzanares recibió a su primero con unos toreros lances a la verónica. Su paisano Esplá se lució en un quite por navarras. El toro llegó al último tercio con nobleza, pero con la fuerza justa, perdiendo las manos varias veces durante e! anodino trasteo del diestro, que anduvo correcto y compuesto, pero sin echar toda la carne en el asador. La faena careció de hondura; no tuvo otra cosa 
que aquello que los viejos críticos denominaban «aseo». Labor, pues, aseada. Lo mató de una estocada arriba. Escuchó muchas palmas.
 
No se acopló con el capote con el cuarto.   Nada más comenzar la faena de muleta resultó derribado. Se levantó sin el menor ánimo para trastear a la defensiva, sin arriesgar un alamar. Media estocada y dos descabellos le fueron suficientes para deshacerse de su enemigo. La bronca le acompañó al  de Alicante en su recorrido por el callejón camino de la enfermería. 

 
Reconciliación 
 
Julio Robles no pasó de cumplidor en las verónicas de saludo a su primero. El picador de tanda no acertó a agarrarse en ningún encuentro. Picó todas las veces a toro parado, buscando el agujero. Ha llegado el momento en que la autoridad tome las oportunas medidas sobre este grave asunto.
 
Sin embargo, los banderilleros se lucieron con los palitroques. Cervantes tuvo que saludar montera en mano por dos buenos pares. Violento y movidillo anduvo Robles en las dos primeras series con la derecha. No acabó de acoplarse con la izquierda, aunque hubiera dos pases más largos. Pero todo muy por debajo de la buena condición del toro, porque predominó la falta de sosiego y reposo, las líneas paralelas y el comportamiento del salmantino, nerviosillo y destemplado. Un pinchazo en lo duro. Otro. El toro hace hilo con el peón Chicorro, que gana por pies un burladero. Suena un aviso. Otro pinchazo. Por fin la estocada. Julio Robles escucha una ovación por e! trasteo muleteril.
 
En el cuarto instrumentó las cuatro mejores verónicas que llevamos vistas en toda la feria. Asentó las zapatitias en la arena, adelantó los brazos para traerse muy toreado asu antagonista y, muy cerca, muy apretado, pasárselo por la faja con emotiva belleza y excelente técnica. Remató con media.
Abrió la faena de muleta con torería. El toro, muy bravo, se le venía con prontitud, repitiendo con temperamento y nobleza. Robles corrió la mano superiormente en una buena serie con la derecha, a la que siguió otra con la misma mano a pies juntos, buscando la verticalidad, que le llegó a la galería.  Mejoró con la izquierda en dos tandas de largo manto, aunque sin describir los medios círculos del buen toreo, ya que Robles se está enviciando en las líneas paralelas. Se volvió a apretar de nuevo con la derecha en otra serie, muy ceñida, a pies juntos, aprovechando |as alegres embestidas del toro, para erguir ¡a figura y bajar la mano. Un pinchazo hondo y dos descabellos le pusieron en la mano la oreja que el público pidió.
 
Julio Robles ha tenido un buen lote, especialmente el quinto resultó de bandera. Se ha mostrado decidido a lo largo de toda la tarde, pero dicho queda que entresaco las excelentes verónicas al quinto y el hermoso comienzo de faena a este toro. 
 
Paquito «Osasuna») Esplá... 
 
Nada más salir el tercero suenan gritos coreados de ¡Esplá! ¡Esplá! ¡Esplá! Todo muy futbolero. Donde dirían Osasuna dirían Esplá. El caso es que Paquito recibe enganchones en el. capote hasta ser desarmado. El toro embiste con la cara alta y las manos por delante. Toma las banderillas y se reproducen los gritos de ¡Esplá! ¡Esplá! El de Alicante clava un par y medio a topa carnero, otro al cuarteo y otro por los adentros. Esta vez le aclaman coreando ¡Torero! ¡Torero! ¡Torero! Comienza sentado en el estribo con cuatro pases por alto, para seguir con derechazos de regular factura, encajando la embestida alta y bronca del toro. Luego recurre a los circulares agarrado tunantemente a los costillares. Estocada. Petición unánime de oreja, que el presidente otorga.
 
Lanceó Paquito con soltura al sexto. Un par al cuarteo y dos por los adentros le valieron muchas palmas. Brindó a Alicia, la veteranísima norteamericana, que durante tantos años siguió a Diego Puerta por todas las piazas españolas. La faena de muleta de Esplá no tuvo el aliento popular del toro anterior. Paquito quiso complacer con plausible voluntad, pero no se encuentra en su mejor momento. Forzadillo y arqueado siempre, arrancando las palmas con fórceps, embarcando las embestidas en la punta de la muleta, tramposete y acelerado. Bien para Pamplona en su actual coyuntura, pero lejos, muy lejos de la vitola estética que se le debe exigir a una figura del toreo. Mató muy mal, de siete pinchazos y descabello. 

 





 



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