martes, 5 de julio de 2016

ENCIERRO CEBADA GAGO SAN FERMIN 9-JULIO-1987

9 de Julio de 1987

 


CRÓNICA DEL ENCIERRO DE ABC SEVILLA 10 de Julio de 1987. Pág. 64

Treinta y siete heridos leves en el encierro de los Sanfermines de ayer

 Pamplona. Efe 

Un total de 37 personas fueron atendidas por las heridas sufridas durante el tercer encierro de los Sanfermines y seis más hubieron de ser trasladadas a diversos centros hospitalarios por contusiones de golpes o caídas. No obstante, ninguna persona sufrió heridas por asta de toro en el encierro de ayer, que se caracterizó por su larga duración —cuatro minutos y 20 segundos— y por su peligro, al haber realizado uno de los toros la carrera en solitario, siendo conducido por los mozos. 

Otros dos compañeros se descolgaron también de la manada al final de la calle E s tafeta, creando gran peligro al volverse en sentido contrario al recorrido y derrotar hacia un lado y a otro.  

Los mozos pamploneses y los dobladores tuvieron que realizar un esfuerzo extra para conducir a estos Cebada Gago rezagados.
 
CRÓNICA DE LA CORRIDA DE ABC  10 de Julio de 1987. Pág. 51

Cuarta corrida de los sanfermines  

Brindis postumo a Gerardo Diego

La fiesta llora al gran poeta desaparecido

Pamplona. Vicente Zabala, enviado especial 

Ficha de la corrida 

Plaza de Pamplona. Cuarta corrida de los sanfermines. Lleno hasta la bandera. Seis toros de Cebada Gago, bien presentados, pero terriblemente deslucidos para los toreros.

Niño de la Capea, de azul marino y oro. Tres pinchazos, otro hondo y dos descabellos (pitos).  En el cuarto, estocada (pitos).

Julio Robles, de azul y oro. Estocada caída y  dos descabellos (ovación). En el quinto, dos pinchazos,otro hondo y descabello (silencio).

Emilio Oliva, de rosa pálido y oro. Media estocada y un descabello (pitos). En el sexto, cuatro pinchazos y estocada (silencio). B banderillero Fernando García Domínguez sufrió dos cornadas de cinco y diez centímetros, respectivamente. Pronóstico reservado

 No cabe ni un adorno. Los toros de Cebada Gago no embistieron nada, mejor dicho, lo hicieron topando, sin clase, sin estilo, sin temperamento, sin nada de nada. Nos aburrimos todos..., menos los mozos, naturalmente, que están a otra cosa, a lo suyo, á gritar, a bailar, a beber y a  tirarse sacos de harina por encima.  
 
Yo me distraje contestando las preguntas que me hacía una niña muy bonita, muy chiquitína, que había a mi lado, que era la primera vez que venía a los sanfermines y no paraba de preguntarme cosas. Me escrutaba en su clara e inocente mirada, mientras yo tomaba notas y más notas de la muy anodina corrida, para ver si luego era capaz de llevar hasta mis lectores el reflejo de lo acontecido en el redondel. Pero ni por esas. No se produjo nada importante. Los toros no estaban «inspirados» y los toreros andaban por allí a ver si alguno conseguía ejecutar algún pase.  El único que lo consiguió con ciertas hechuras fue Julio Robles en su primero, pero a base de ponerlo todo él.
 
El Niño de la Capea, que suete torear hasta las farolas, no pudo lograr otra cosa que un juego defensivo que le valió muchísimos pitos. El mismo Emilio Oliva, ejemplo de tesón y ánimo juvenil, tampoco pudo hacer otra cosa que trastear con una voluntad que se estrellaba contra el frontón de la rotunda negativa de unos toros que hacían bueno aquello de que cuando uno no quiere la pelea es imposible. Los toros no deseaban la batalla.  Los toreros acabaron también desertando. 
 
Y yo, desde aquí, con profunda timidez, levanto mi pluma hacia el cielo, lugar que Dios tiene reservado a los espíritus finos y sensibles como el del colosal poeta, para brindar a Gerardo Diego, a falta de otra cosa, mi más sincera admiración del respeto y el cariño de siempre.  

 Sería bonito escuchar de sus labios de luz los inolvidables versos al pase natural que ahora le puede decir a su admirado Antonio Bienvenida, allá en un trasmundo sin pasiones, donde los tímidos como Gerardo ocupan privilegiada localidad de barrera celestial.

 


 


 



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